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Solo quiero que las personas hagamos lo correcto

  • Foto del escritor: Karu Galea
    Karu Galea
  • 17 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 6 mar 2019

¿Mamá algún día escucharán mi voz?

Imagina caminar en una ciudad tan caótica como Lima, en un bus donde las personas hablan, suena la radio y la calle tan despierta entrega tantos sonidos, imagínate tener la capacidad de intentar concentrarte en todas a la vez, nosotros solemos ser selectivos pero existen personas muy sensibles y tienen esa capacidad de concentración en todos los agentes emisores (palabra que Missac utiliza para describir de donde viene el sonido o la luz).


Ya le es normal escuchar muchas cosas al mismo tiempo y concentrarse en muchas a la vez, pero aún le cuesta tratar de entender las relaciones entre las personas; para él es incomprensible ver como nos faltamos unos a otros, más allá de las normas de convivencia más básicas como cruzar la calle con el semáforo en la luz indicada, aprender a esperar turnos en las filas o simplemente seguir las indicaciones de los carteles en los espacios públicos; estamos hablando de cosas que aprendimos de chicos pero si nos damos cuenta de adultos somos quienes más faltas cometemos.


Es sábado y de regreso a casa por la noche tomamos un bus como solemos hacerlo, subió un adolescente venezolano (se veía en su rostro animoso la juventud) comentándonos la difícil decisión de tener 16 años y salir de sus país sin familia y sin algo claro hacia el futuro más que conseguir un trabajo que le permita sobrevivir, por su corta edad no es sencillo encontrar un trabajo pero frente a ello mantiene su buen humor; en el asiento posterior se encontraban dos personas que se reían y disfrutaban de su conversación contándose chistes en los que no percate sino fuera por Missac, cuando el joven termino de hablar él amablemente pidió la palabra, me asombre así como los pasajeros pues no entendí que pasaba —señores buenas noches, por favor cuando una persona habla es una falta de respeto no escucharlo, sé que pueden contarse sus cosas y decirse cosas graciosas pero cuando uno pide la palabra es bueno escuchar; por favor señores no perdamos nuestra educación— el joven sonriente le agradeció su intervención y los aludidos pidieron disculpas a Missac y al joven. Yo sorprendida y muda solo agradecí una vez, agradecí la forma noble en la que nos enseña a recuperar nuestra humanidad, a ser más conscientes de nuestra ausencia en muchos momentos, a nunca dejar de escucharnos los unos a los otros. Al bajar del bus y caminando a casa después de felicitar y agradecer su acción me preguntó —mamá, ¿crees que algún día escucharán mi voz? porque no quiero ser entrometido, solo quiero que las personas hagamos lo correcto y sigamos conectados entre nosotros sé que si así será Missac, te escucharemos para recuperarnos nosotros y sobre todo despertar de esta distancia entre nosotros tan real que cada día seguimos extendiendo.

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