Carnavales de mi Tierra
- Karu Galea
- 11 mar 2019
- 3 Min. de lectura
Primera parada el Barrio Chaupimarca en Molinos, Jauja.

JAUJA
Jauja, ¡qué dulzura!, (bis)
rinconcito de mi valle que yo quiero,
pedacito de cielo, alegría del corazón. (bis)
Eres por tu clima
el orgullo de mi patria
¡qué fortuna!,
en el mal un consuelo,
en la vida una esperanza. (bis)
Jauja, ¡ay mi tierra!
te recuerdo con ternura hoy ausente, (bis)
con tus noches de luna
y el cantar de una muliza. (bis)
Recordaré a mi tierra
y a mi linda paisana
como la flor más querida
que en mi vida llevaré. (bis)
En noviembre del 2018 con Resolución Viceministerial N° 214-2018-VMPCIC-MC, publicada en el diario oficial El Peruano, el Carnaval Jaujino fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación, esta manifestación propia de Jauja, región Junín, es una de las mas representativas por salvaguardar en su fiesta la expresión musical, el vestuario, la danza y la cocina regional, todo gracias a la buena organización de su barrios y familias.
Jauja, la primera capital del Perú celebra entre el miércoles de ceniza y el inicio de Semana Santa una fiesta multicolor en honor de la Cruz que guardan en una capilla cercana.
La fiesta inicia con la traída del monte de los bosques de eucalipto, las mujeres van bailando y alegrando las calles con sus cantos acompañadas de la orquesta y juntos van al encuentro de los varones quienes se encargan de cortar y cargar el monte; en este encuentro empiezan a jugar con talco, harina, agua y en algunos barrios con ortiga incluyendo al público que además de asistentes terminan siendo partícipes del juego. Continua el shajteo, que es el almuerzo que brindan todos los padrinos y comparten en medio de la plaza o loza a todos los asistentes; terminado, llegó el momento de parar el monte, y son tan organizados que mientras las mujeres van decorando los montes con regalos, mantas y globos, los varones van anudando tres cuerdas y alistándose a trabajar juntos; la banda acompaña toda la tarde la traída y parada de montes que serán cortados en los dos días siguientes.
Nuestra visita nos permitió participar de un cortamonte infantil que cumple con todo el rigor de un cortamonte tradicional, gracias a sus progenitores, permitiendo a los niños y niñas vivenciar lo aprendido de abuelos, abuelas, madres y padres asegurando así la conservación y permanencia de uno de las expresiones folclóricas más importantes de Jauja.
Nunca pude vivir esta experiencia de niña, sin embargo parte de nuestra razón al iniciar este gran viaje es reencontrarnos con nuestra cultura y sus distintas manifestaciones, práctica que nos permite afianzar nuestra identidad. Admito que siempre sentí en las danzas de la sierra central mucha fuerza, las aprendí así, desde pequeña sentí que la elegancia y coquetería de una mujer afloraba en una marinera y/o un vals; tan equivocada estaba, al ver bailar a las mujeres en el Carnaval Jaujino encontré gracia, elegancia y por supuesto femineidad en cada paso de las pandillas formadas por el barrio, parejas acompasadas cuyas damas parecieran flotar junto con sus parejas alrededor de los montes en círculos.
Ni la lluvia ni el frío detienen la alegría, el jolgorio y el gran espectáculo pues los jaujinos y jaujinas de naturaleza festiva saben como acompañar la espera a que pase la lluvia entre cantos y risas.
Por supuesto que nuestra preocupación por la cantidad de montes cortados por los distintos barrios que tiene Jauja nos hizo preguntar ¿y cómo solucionan la tala hacia el futuro?, muy tranquilos nos quedamos al saber que existen normas que estipula el cuidado, conservación y protección de todos los elementos presentes para continuar con la tradición.
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