Desaprender para volver a aprender, parte I.
- Karu Galea
- 5 sept 2019
- 2 Min. de lectura
Las palabras clave del mundo oficial de hoy, lo que quieren que aprendamos son: productividad, competitividad e innovación. Pero en vez de productividad, la palabra es vitalidad. Y, en vez de innovación, es conservación. Y, en vez de competitividad, es cooperación. Habría que pensar en asociarnos, vivir pacífica y apaciblemente en este mundo porque esta es la vida que tenemos que ejercer y desarrollar. Para mí, la educación sería rectificadora de la actual: una educación que conduzca a saber vivir en armonía con la naturaleza, porque somos naturaleza.
José Luis Sampedro.
“Desaprender para volver aprender” es el lema “orgulloso” de una universidad aquí en la capital que suena en la radio y televisión. Missac lo escucha y me pregunta: ¿por qué una universidad te dice que vas a desaprender para volver a aprender y en sus aulas? Entonces reconoce esta universidad que la preparación que te dan en la escuela en secundaria es innecesaria y obsoleta... entonces, ¿porque siguen enseñando así?

Pero qué es lo que se ha vuelto innecesario y obsoleto. Los conocimientos se han ido actualizando en todas las áreas de las ciencias humanas, sociales, matemáticas, etc. Mucha información la encontramos a un click. Entonces, ¿qué es lo que hay que desaprender? Debemos desaprender que un número cuantifica lo que aprendiste, que esto es medible por alguien a base de exámenes que apelan a la memoria y estandarizan la evaluación porque no se atreven a hacerlo a través de la observación de cada individuo, ya que es demasiado trabajo para el personal que de por sí viene cargado por las normas de la institucionalidad. La escuela vigente sigue siendo un espacio en donde la ansiedad y la frustración son dos de los males que afectan a nuestros hijos e hijas, segregan a los “más lentos” y destacan cual bandera de “éxito y logro” a jóvenes que obtienen los primeros lugares en un examen de admisión. ¿Ese sigue siendo el fin único de una escuela? Muchos de ellos incluso se arriesgan diciendo que educan para la vida, pero en sus puertas, como estandarte, siguen los rostros de los ingresantes a una universidad.
Los más extremos pedirán que no se quite estas evaluaciones en nombre de no tener más ciudadanos mediocres, formas que por años han guiado la publicidad de un seudo-éxito y que, según ellos, es a través de estos retos y el esfuerzo que se merecen el sitio que ostentan. Pero hay que escuchar o leer a quienes defienden este sistema, aquellos que exponen sus títulos e historias personales para lograr admiración o servir de “motivación”, en un protagonismo competitivo que el sistema constantemente alimenta y que en nuestro país recibe el nombre de “meritocracia”. ¿Acaso eso no es parte de lo que ya debemos desaprender para volver a aprender?
Hace años se vienen gestando reacciones y espacios en donde estas formas de aprender y enseñar ya no llegan, un número ya no mide cuanto aprendiste, en donde, en donde la equidad (que no es lo mismo que la igualdad) forma el pilar de una educación integral como sociedad, donde se busca, por encima de todo, la realización personal a través de la justicia, el amor y la libertad. Eso no es lo que todos anhelamos para nuestra comunidad, para nuestro país.
*Captura tomada de la publicidad.
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